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Mostrando entradas de marzo, 2015

Dios del desierto

Llueves Brizna, blanca Mediha y el tiempo, la lluvia permanecen cerca del jardín. En la ciudad existe un misterio; ese disfraz del cielo nocturno que reconoces: “Huele a tierra húmeda, Miguel”, dices antes que el sol habite tus ojos. Oh, dulce Mediha, si fuese necesario reconstruiría el puerto; haría con mis manos las más hermosas mezquitas para mirarte rezar hacia el Este. En tu muñeca, las cuentas de un amor, las cuentas y la sonrisa que no reservas para el esposo inexistente, tu jardín… Blanca Mediha, el dios del desierto purifica con el sol este deseo; pero hoy llueve para ti; puedo ser yo. Eskinṣehir es una ciudad fría: no tiene templos cristianos. ¿cuántos sitios recorrerías con los ojos cerrados? apareces a la hora del sueño —mi sueño—; apareces  inclinada, pides al profeta que el sol no te abandone —¿amor, pides amor? No hay plegarias que sean reservadas a este encuentro: oras por la mañana, el so

Restos absurdos

RESTOS ABSURDOS Lo sonoro es territorio.  El territorio que no se contempla. El territorio sin paisaje. Pascal Quignard Comenzó con tu llanto, como esquirla del cielo, cualquier episodio como el de tu voz, ya lo dije. —No quiero saber, no quisiera saber. Deletree cada acento, cada refugio en el sonido. Sólo cuando pude escucharlo. Hasta hoy tuve fortuna, al descifrar tus palabras, sin restos absurdos de una lengua conocida. El cielo estaba conmovido, ese día llovió hasta la oscuridad. Ante el amanecer, ese sonido del ave que me despierta todos los días: el sonido del piano como fondo. Existen cosas que te acarician sin rozar tu piel, hay cosas, vocales precisas, sí, sin tocarte, sabores en la mesa: plenitud de olores y formas, recuerda. Mediha, sal a tu jardín mira el jazmín de la abuela: ¿Puedes volver al despertar? ¿Puedes callar al ave? ¿Amanece? M.T.

Un pequeño mar

Marinos A los hombres, el mar nos ha atacado de distinta forma: a unos los arroja desde la cubierta de un barco en medio de una tempestad; a otros, heroicos, los obliga a perderse en sus olas. Unos, menos recordados, se han confundido ante el rastro de una sirena de canto alado. Los marinos como yo nos hemos extraviado en el pequeño mar de unos ojos como los de Mediha. Las olas me han hundido como a muchos, su música secreta, sus sílabas no me dejaron en tierra… Su mar me hace llevar a flote un cuerpo inerte; mi cuerpo devorado nunca será igual. Olvidé de dónde partí las primeras horas: sólo entiendo el lenguaje de la sal, su hondura sobre los peces: cardumen. En algún banco de coral reposarán mis restos: ella cerrará sus ojos y habrá terminado mi historia. No sin ella en este fondo. El mar ha vencido a un simple aprendiz. M.T.

No volverá por ti

Los relieves en la casa imperial, el adorno en la cúpula, los cánticos en lengua antigua: las suras del Corán. Ya nada queda de ti, no hay nombres, ni templos que resguarden un poco de tu forma. A partir de este pedazo de tierra, a partir del mar Egeo y el océano de Anatolia. No volverá por ti la sal, no retornará el ave que cruzaba el cielo. Los musulmanes seguirán su paso por las calles, el río será igual, la ciudad tendrá un paisaje abandonado y gris. Los dioses habrán de olvidar y la luna mostrará su última cara: los cánticos dejarán las plazas, las aves huirán a buscar el estío. El invierno viene para ti. Disfruta el frío, la soledad y los puentes: los barcos no tocarán de vuelta el mar por la misma ruta. El cielo  olvidará también tu rostro. M.T.

Texto

Luna diosa Por el espacio para el alba, por el cuerpo que duerme; sin tregua. La luna diosa te mira a los ojos, el mar no dejará de brillar, Mediha. Mañana espero tu lenguaje. Solo en el sueño. M.T.

El alfabeto del cielo

Color absoluto A Mediha No dormirás esta noche, la diosa luna parece cercana, lista; tus ojos son la única llave del cielo. Habrá una forma en que el aire del mar sea distinto, visto como un color absoluto e irrevocable. Cuando en la luna azul, viertes tus palabras en lengua extranjera: el sabor de la boca cambia, el sabor del sonido de los árboles, el sabor del aire en tu ventana. Hoy no dormirás porque afuera existe una melodía que deseas imitar con el piano, tus manos serán solo perfume. La última palabra descrita en el alfabeto del cielo será la oscuridad. Vuelvo a preguntar: ¿Qué harás cuando llegue el invierno? Miraré dos veces cielo: las respuestas no existen, Mediha. Solo el sonido.