Dios del desierto
Llueves Brizna, blanca Mediha y el tiempo, la lluvia permanecen cerca del jardín. En la ciudad existe un misterio; ese disfraz del cielo nocturno que reconoces: “Huele a tierra húmeda, Miguel”, dices antes que el sol habite tus ojos. Oh, dulce Mediha, si fuese necesario reconstruiría el puerto; haría con mis manos las más hermosas mezquitas para mirarte rezar hacia el Este. En tu muñeca, las cuentas de un amor, las cuentas y la sonrisa que no reservas para el esposo inexistente, tu jardín… Blanca Mediha, el dios del desierto purifica con el sol este deseo; pero hoy llueve para ti; puedo ser yo. Eskinṣehir es una ciudad fría: no tiene templos cristianos. ¿cuántos sitios recorrerías con los ojos cerrados? apareces a la hora del sueño —mi sueño—; apareces inclinada, pides al profeta que el sol no te abandone —¿amor, pides amor? No hay plegarias que sean reservadas a este encuentro: oras por la mañana, e...