La izquierda impura
El 2 de octubre de 2011 fue una fecha
emblemática no solo por la conmemoración del episodio fatídico de la matanza en
Tlatelolco de 1968, sino también lo fue por la aparición en la escena política
de un partido de izquierda con un alto grado de aceptación entre la población mexicana:
MORENA.
Sin duda, el Movimiento de Regeneración
Nacional es en realidad una corriente enquistada en el Partido de la Revolución
Democrática (PRD) fundado en 1988 (después de la separación de ciertos miembros
de la izquierda del antiguo PRI como lo son Porfirio Muñoz Ledo, Cuauhtémoc
Cárdenas, Andrés Manuel López Obrador). Aunque la disquisición sobre los orígenes de
la izquierda es mucho más añeja de lo que se puede abarcar en texto breve, se
puede resumir prácticamente como todos los partidos en México que tienen un
origen en el movimiento liberal del siglo XIX. Lamento decir que ningún partido
en México es realmente de izquierda desde la época revolucionaria. Ni en el
lado opuesto, el movimiento sinarquista llegó acuñar emblemáticamente los
preceptos del conservadurismo decimonónico como lo tenemos contemplado. Los
cambios del siglo XIX como las Leyes de Reforma y el triunfo de las facciones
de Juárez, así como de Porfirio Díaz, fueron la clave para que la política no
se alejara mucho del árbol de origen. Para
ilustrarlo en nuestro país debemos asegurar es bastante que algunos partidos liberales
clásicos parecen más sistemas de derecha que los qué llamamos grupos de
izquierda. Merced a un viejo esquema de gobierno, diseñado por la participación
primero de sectores específicos que denominamos, en algún momento, clase
política y que en la actualidad se ha degradado en representaciones populares
con liderazgos desprovistos de formación política como el ejemplo del controvertido gobernador
de Morelos o los diputados que pertenecen a otra faceta de la vida pública como
son atletas o actores que desarrollaron una carrera prolífica en México. Aparentemente,
esa alternativa de ciudadanización política permitiría la limpieza y la
honestidad dentro de un marco de poder en la visión democrática y de
participación ciudadana del pueblo mexicano; sin embargo, el experimento, a
largo plazo, ha mostrado fallos terribles como las estrategias de gobierno de
individuos que no están vinculados con la política y que suelen carecer de ese
vigor y astucia necesarios para resolver problemas de índole social, cultural,
ética y económica. En la actualidad, la carrera política parece ser solamente
un acto fortuito, un golpe de suerte o también un encuentro con fuerzas y
poderes fácticos que detentan virtual reconocimiento de la gente a través de
los medios de comunicación y las redes sociales. El fin de este texto no es
hablar de dichos vicios en los cuales hemos incurrido por hacer malas copias
del sistema político estadounidense (pensando que con una adaptación adecuada
podría resultar, en términos generales, en una forma de gobierno idónea para
una cultura totalmente distinta como la nuestra) sino advertir que la
ciudadanización de la política es un mal ejercicio de las izquierdas mexicanas.
Baste decir que la experiencia histórica no resultó lo que esperábamos. Ya que
no hemos aprendido la lección ni la
aprenderemos nunca. Lamentablemente, el factor de imitación que hemos empleado
históricamente en nuestro país, solo nos hace parecer una mala copia del tercer
mundo de un esquema político que funciona a medias con otras características
totalmente distintas en un escenario como el nuestro. Sin lugar a dudas, MORENA no tiene conocimiento del
funcionamiento de los engranajes, sino que ha surgido de la disolución de varios
movimientos de izquierda que por intuición parecieran los más justos dentro de
un esquema de país como el nuestro, en el cual han predominado tanto la pobreza
como la explotación y la corrupción dentro del sistema político y económico. El
diseño de MORENA como partido está eventualmente influido por algunos otros
movimientos de América Latina que inspiraron a su líder emblemático Andrés
Manuel López Obrador a crear su propia corriente dentro del PRD (Partido de la
Revolución Democrática) que después
atrajo a la fundación de un nuevo “partido de izquierda” cuyo cuerpo lo
componen los restos del PRD. Morena nunca surgió con sus propios ideales si no
fue una mutación del PRD, pero rehusándose a cometer los mismos errores y
vicios prácticos en la fundación del Partido de la Revolución Democrática. Una
de esas premisas fue evitar, a toda costa, la práctica de corrientes internas
dentro del partido, lo que llevó ha establecer liderazgos supinos de herederos
del poder o figuras emblemáticas que pertenecían al PRD, al PRI (Partido
Revolucionario Institucional) y también al PAN (Partido acción Nacional) que
tanto ha vituperado Andrés Manuel López Obrador con señalamientos frívolos casi
elementales de un escolapio hacia una clase política mezquina que se parece a
su agrupación política. Debemos explicarle al presidente que la
putrefacción no está afuera.
Por otro lado, resulta obvio que MORENA es AMLO
y AMLO solo puede gobernar a través de MORENA. Cuando el líder se retire,
sucederá un efecto muy semejante al episodio histórico del Maximato (1928-1934)
con Plutarco Elías Calles durante la conformación del Partido Nacional
Revolucionario, en el cual el presidente Calles, después de terminar su mandato,
tomaba las decisiones detrás del poder de los distintos líderes que continuaron
los siguientes periodos presidenciales. El peligro es que Andrés Manuel López
Obrador siga gobernando de manera personal. Presumiendo una pureza moral
inexistente, ya que no figura ningún líder lo suficientemente fuerte para
coordinar los esfuerzos de la masa anómala e inculta que representa a la ira de
MORENA. A la vieja usanza priista, el Movimiento de Regeneración Nacional participa del cacicazgo de una sola
figura. Andrés Manuel López Obrador que ni siquiera se tomó la molestia de
recrear adecuadamente el ambiente del PRI, cuya naturaleza era construir las
instituciones y la burocracia necesaria para gobernar un país tan inmenso como
el nuestro. En realidad, parece todo lo contrario. Se parte de la ira y la
inconformidad histórica que ha mantenido al pueblo en la pobreza. Ese enemigo
tiene muchos nombres para el subconsciente colectivo: Hernán Cortés, Iturbide,
Maximiliano de Habsburgo, Porfirio Díaz, Plutarco Elías Calles entre otros. Cabe
señalar que ellos hubieron contribuido de forma integral a la formación del
estado mexicano moderno, con un alto costo para sus propias personas. No eran
conservadores, algunos de ellos fueron más rebeldes que el mismo acomodaticio
López Obrador, según sus tiempos y la ausencia de un buen liderazgo de sus opositores.
Por otro lado, en algunos artículos
periodísticos, se ha dicho claramente que no existe la izquierda en nuestro
país, ya que el sistema construido por Andrés Manuel López Obrador ni siquiera
se acerca al ideal de gobierno que han tenido históricamente las diferentes
izquierdas. Eso sí, hay un atributo genuino en su postulación y también en la
gran mayoría de las propuestas dadas a conocer por el partido. Pese a que hay
una defensa a ultranza de los Derechos humanos como bandera política y con ella
se han adjudicado distintos valores que cumplirían los patrones del izquierda,
en funciones y por supuesto en la práctica, están carentes de todo ideal y se
decantan por resolver los problemas instantáneos que surgen como parte de la
adversidad política y el enigma que representa gobernar un país con la
ambigüedad que resulta ser México que odia su pasado español y criollo,
reafirmando la pureza indígena como si fuese un ideal humanista de bondad. El
error radica en pensar que los indígenas antiguos poseían un jardín edénico que
los crueles españoles destruyeron. Se cree que defender al “buen salvaje” es
una forma de salvar la ideología de izquierda, olvidando los sacrificios de
sangre, el canibalismo ritual y el desollamiento de mujeres que hacían los
pobladores nativos antes de la llegada de los españoles a nuestro continente.
Se parece mucho a lo que ahora hacen los misóginos sin conmoverse con las
muertes de mujeres En nuestro país. ¿No les parece que la izquierda no siempre
defiende las causas correctas, ya que obedece a intereses de las masas que se creen distintas,
incluso de los grupos LGBT+, como si estos fuesen éticamente superiores a la
mayoría de la población?
Miguel Tonhatiu Ortega.
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