Poema Para Mirta C.






DOSSIER



Puedes mirar afuera, aquello que no tendrás.

Tengo que esperar a que suceda tu muerte,

tu ángel se detiene

todavía se observan los habitantes de esa ciudad

que se arrojan al vacío.

Ante el cielo gris

es preciso desconfiar de nuevo.



Yo te digo que hubo un pájaro en los despojos del cristal

       y cantó en ese árbol, como en la fría caparazón 
      del espejo que todos los días

se halló roto al amanecer.



Te pude querer, pero la máscara se ha vuelto contra sí misma.

Nuestras peleas que fueron el puro deseo sin el recurso del cuerpo,

las escaleras solitarias en la contemplación del otro desnudo

(y la boca que sigue imitando con ruidos un sueño que la niega).



Cuántos documentos serán necesarios para espiarme

para mirar sin temor el deseoque sostienes

(realiza  los preparativos)

y junto a la lluvia infranqueable, tus ojos, desconfían

frente al reflejo que te convierte en tejedora anciana.



Benigna y celeste con tu mirada de la infancia:

tendríamos ternura recuperada

a base de no hurtar el pasado a los muertos;

si hubieses llegado a tiempo

como aquella niña en bicicleta

que tanto narrabas en tus cartas.



Te digo que locos somos para embalar la imagen;

gritas de extrañeza

con juegos de secretas tiranías:

“¿Qué hiciste?” tres veces en el jardín perdido.

Afuera un pájaro atiza con sus alas en el árbol muerto.



Y lo que bailas es insuficiente para el canto del hototogisu,

ese sonido del cuco japonés 
que tiembla al disputar el canto con el viento del sur insano.



Nunca te dije lo extraño que era hablarte y mirar sobre la mesa

los retratos abandonados en su humedad 
mal diseñada por el tiempo.



Benigna, mira las cabezas de piedra debajo de la lluvia,

sé que vendrás cuando cruces el jardín que has inventado,

en estos días en que tu sueño muestre la salida
a tu propio encierro mental.



El dossier estará sobre la mesa, una mujer en la foto, conmigo.

No es necesario investigar, te lo digo, poeta:

Ojalá alguien deje de vigilarme como a ti,

y las piedras de tu jardín asomen su verdadero rostro.







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