Mi respuesta al cuento


El lector comprenderá las divisiones (respuestas al texto) se distinguen por la diferencia de tipografía: las de ella, están en bastardillas y, las mías, en texto de formato normal.
Dicho texto crecerá hasta que se culmine el cuento, será una escritura interactiva. Hará de las palabras un ejercicio de movimiento. El lector también puede participar con sus comentarios.



Ella tomaba su vaso con las puntas de las uñas. Recorría la humedad desprendida del whisky y el agua. Lo escuchaba mentir. Sabía que estaba mintiendo y había recibido el vaso por una cortesía oscura y frágil; humana; descaradamente a su conveniencia.
Le dio un sorbo lento. Flaqueó quizás. Olía a mandarina suave.
Pensaba en el sueño del espejo. En el lugar donde ella trataba de cruzar como una puerta esa imagen. Sus rizos claros y su sonrisa a medias. Ocultándose del mundo.
Miró el reloj y luego dio un suspiro.
-La decisión es tuya- dijo él.
Ajena a la desilusión pensó que esto sería una tomada de pelo.
¿Quién cree en un sueño pueda encontrarse la memoria y el tiempo? ¿Leer un sueño es igual a deletrear una palabra en lengua antigua, desconocida?

Pensaba en que estaba cerca de dar el paso en falso y todos los necesarios, emprender la carrera rápida y violenta cuya trayectoria podía predecir, que tendría final en un golpe seco y letal, contra el muro del fracaso. Lo conocía demasiado para creerlo.
Su tono de voz aterciopelado, esa mirada oblicua, casi indiferente, que ocultaba un deseo más alla de lo evidente…
Debía marcharse inmediatamente. Guardó sus cigarros en el bolso y cerró el botón imantado. Prefería no mirarlo. Pensar en el cuarto de hotel que había creado aquel sueño maravilloso, en aquella guarida de su imaginación, la tranquilizaba. Pronto volvería a estar allí y todo habría pasado. Tenía muchos sueños que cumplir como para embarcarse en aquel propósito suicida.
Entonces él tomó su mano, con decisión y delicadeza. Sintió su calor y su fuerza. Podía soportar la mentira, el engaño… pero no eso.
 - Entonces, ¿cuento contigo? – dijo él.
Ella deslizó su pierna derecha de la silla, hasta que su alto tacón tocó el suelo. Con la otra mano, apagó el cigarrillo y agarró el bolso.
 - A las 9 en la estación.



No había forma de detenerla. Ella había decidido marcharse. La tomó del brazo.
 - Sólo te falta descifrar un sueño. El resto será una figuración, algo no establecido. No es que te quiera, no te confundas. Me recuerdas a alguien.
Salió del lugar apresurada. Lo único que se quedó el hombre fue su esencia mandarina y el color rojo de su tubo de labios. La miró alejarse.

 Ella llegó al cuarto de renta, con su ventana hacia a la avenida y el ruido tenue de un goteo. El cuarto olía a chocolate y transpiraba un leve matiz de humedad. Tenía un cuadro escrito con grafías japonesas o chinas que mostraba la luz y un hombre frente a un río. Una especie de Li po, sin embriaguez.
 «Descifrar el sueño sería como deletrear una palabra en lengua antigua», repitió en automático. La duda cimbreó sus recuerdos. La profusión de imágenes de huida se desató: aeropuerto nocturno, central de autobús, estación del metro; todos los sitios albergaban para ella un momento de partida. La paranoia y la duda la obligaron a sacar su maleta. Comenzó a llorar en silencio mientras empacaba su ropa. Se cansó pensando en esa marcha sin ruido. Se echó a la cama con la esperanza de cerrar un instante los ojos. No sabía que su cuerpo la vencería con el sueño. Y quedó dormida con la siguientes imágenes.

EL SUEÑO DEL OLVIDO

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